Ambos nacieron en Pokpotekeschumalen, una pequeña villa al norte de Prusia. Lo rimbombante de su nombre no casaba en absoluto con el espíritu de su población, sobrio y conservador. Curiosamente en un ático de esta pequeña villa paso sus últimos días Herr Finlay, antes de que la polio lo mandara “al otro pub” (creencia popular irlandesa).
El primer encuentro entre los dos músicos se produjo en circunstancias un tanto extrañas: Holly Monken trabajaba como cazarrecompensas para un cacique prusiano exportador de hinojo, una de las principales fuentes de ingresos de la época, y que obviamente la mafia acabo tomando como suya. En uno de los trabajos encomendados, Holly tenia que infiltrarse en la mansión de Mathias Rijks (popular capo de la época) y asesinarlo a el y a su dama de llaves, de la que se decía que manejaba las cuentas de Mathias. Holly Monken tenía 17 años.
Al colarse en la mansión de madrugada, Gabriela (la hija del capo) lo sorprendió en la cocina. Holly Monken le explicó con el descaro de un muchacho de su edad que era el nuevo cocinero, y tenia que preparar el desayuno imperial del día siguiente. Afortunadamente su madre le había enseñado a cocinar una receta ancestral de huevos con panceta al vodka, y el muchacho se sirvió de los enseres de la cocina para dejar el desayuno listo. Gabriela quedo prendada ante el desparpajo del chico, y lo invitó a subir a su habitación para mostrarle sus habilidades, en este caso con el piano. Nadie sabe con certeza lo que paso aquella noche, pero al día siguiente ambos desaparecieron, y no se volvería a saber de ellos hasta 7 años mas tarde.
Fue un soleado día de Junio. En una pequeña sala de Cracovia lucia un cartel a la entrada: “Holly Monken y Pipa Rijks en concierto, hoy a las 21:00”. Se vendieron 12 entradas.
Holly Monken, que preveía la poca afluencia de público, se había agenciado 16 gramos de “Kotchsmir” (uno de los más populares alucinógenos de la época, que se tomaba por vía oral) y no dudó en repartirlos entre los pocos asistentes a su concierto. Sin el menor reparo, el músico se comió otro pedazo de “Kotchsmir” y sacó de la funda su xilófono. Gabriela hizo lo propio, y extrajo de un estuche de madera sus “Tuskan”, un instrumento similar a las maracas que ya había perdido su popularidad en Prusia.
Las luces se apagaron y Holly Monken y Gabriela “Pipa” Rijks empezaron a escribir la historia de la música contemporánea.